Luis Fayad, Regresos (2014)
- Rev Epíteto
- 25. Jan. 2015
- 4 Min. Lesezeit
Por: Marco
Terminé de leer el último esfuerzo del escritor colombiano residente en Alemania, Luis Fayad, llamado Regresos y editado por Random House.
Regresos narra la historia de Ernesto Gonzaga, colombiano con doctorado en antropología de una universidad en Canadá, donde vivió por 20 años antes de regresar a Colombia con un puesto público en un ministerio para coordinar un proyecto gubernamental de integración de comunidades indígenas amazónicas al resto del país. Siendo también su tesis de doctorado, el doctor o señor Gonzaga, como es nombrado por el mismo narrador durante todo el libro, viene no sólo a poner en práctica sus estudios sino también con miras a un rosado periodo de jubilación en su país natal.
El doctor Gonzaga llega en el mismo avión que otro expatriado, Carmelo Rodríguez, esquivo y con la misión de venir a ver a su madre enferma.
La historia se vuelve de repente una pesadilla kafkiana de idas y venidas al ministerio, un ping-pong de ventanilla en ventanilla y de empleado a empleado para renovar su puesto que nadie le contó que duraba 2 meses. Siendo Colombia, el doctor Gonzaga consigue asesores que lo ayudan a rellenar formularios y en la quimérica búsqueda de una cierta Irma o Irene – nombre garabateado en los terribles formularios - que le podría resolver todas las dudas y descomplicar la vida. Mientras tanto el doctor Gonzaga tiene que ver qué hace con su familia en Canadá y encontrar algo que hacer mientras resuelve un problema que no tiene solución.
Pero esto no es todo, el libro promete en su título lo que la mayoría de colombianos residentes en el exterior sueña: regresar al país; tal vez no ahora mismo pero más tarde, tal vez para disfrutar de la pensión en la ciudad donde nacieron y, como dice un personaje del libro bañarse en el río donde siempre se bañó. Y qué país los espera: donde reina el más fuerte y el gobierno, que debería tener la obligación de proteger sus ciudadanos y los recursos naturales, crea proyectos de investigación de los temas actuales que duran dos días, son aplazados indefinidamente y al que no le guste, que se vaya. Un país cuyo modelo económico es dar todo en concesión a empresas extranjeras que explotan sin control los recursos naturales, con un gobierno incapaz y sin la voluntad de vigilarlas con miles de desempleados – desocupados – que sobreviven gracias al rebusque y a la ilegalidad. Un país que importa toda la comida que podría cultivar en los campos abandonados y desolados donde las frutas sirven de comida para los pájaros y más nadie, exporta materia prima que luego importa elaborada a precios exorbitantes.
Sin embargo, no todo es crítica, el autor propone también un modo viable de rescatarnos basado en la gente. El pueblo colombiano sería la salvación del país: gentil, dispuesto a ayudarse mutuamente, con ganas de hacer y de prosperar. Además el autor nos muestra y propone el modelo de las pequeñas y medianas empresas, aquéllas que con labor artesanal de alta calidad serían capaces de competir a nivel interno con el modelo capitalista global que se presta para la corrupción en base al problema de gobierno. Por un lado una fábrica de ropa que, en vez de crecer, se disminuye para sobrevivir y las cosas funcionan y, por el otro, una fábrica de juguetes de fabricación local a punto de crecer por la gran demanda.
El narrador no nos agobia con descripciones infinitas de lo que siente y no siente el doctor Gonzaga al hacer sus vueltas y tratar de sobrevivir en un país que ha seguido adelante (y no) sin él. La narración sucede, en su mayor parte, durante visitas que hace el doctor Gonzaga a sus amigos y asesores, que es también la mejor forma de presentar aquella costumbre colombiana que es visitarse. Y mantiene todas las formas de la visita, los protocolos, aquello que se piensa y no se dice, los horarios y lo que se bebe y come durante.
Regresos es un libro muy ameno, si se tienen en cuenta la forma de hacer las cosas en Colombia. Estás hay que tenerlas presente durante las escenas de visitas y, sobre todo, en lo que respecta al personaje. El doctor Gonzaga podría pasar por ingenuo y flojo, pero es también una persona decente e íntegra y habría que preguntarse uno qué haría en su caso. Lo que rescata al doctor Gonzaga es que el autor lo hace rodearse por personas de su mismo modo de pensar y de ser, una ayuda en la adversidad y en un país que fue suyo y ya no lo es; ni suyo ni de nadie.
Vale la pena leerlo como documento de la realidad nacional y latinoamericana, ya que Bogotá nunca es nombrada, sólo ciertos barrios y números de calles la hacen reconocible, por lo tanto daría lo mismo que fuera Lima o Buenos Aires. Sobre lo que pensaría y cómo actuaría alguien que vivió tanto tiempo en el extranjero y regresa a su país no se habla mucho pero aquellos que viven en el extranjero se lo pueden imaginar o lo viven cuando van a Colombia o Perú, México, donde fuera.
El libro le habla al público colombiano y al latinoamericano residente en el exterior de la misma forma. En nuestros países hay qué hacer y nosotros somos los que lo podemos hacer, nadie más.
댓글